"THE GODFATHER IV"

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Chambeando con el enemigo
Por Patricia del Río


Me aburren soberanamente las peleas entre periodistas. A veces, son un buen pretexto para reflexionar sobre temas como la ética, la decencia, o la pertinencia de nuestro trabajo. En la mayoría de los casos, sin embargo, asistimos a una sacada de mierda entre sujetos con demasiado ego, que ventilan públicamente sus diferencias y miserias frente a todo el Perú a la vez y en horario estelar. Usan las pantallas de televisión, o las páginas de los periódicos para insultarse, hablar de sus vidas y sus odios como si se tratara de información trascendental para el resto de peruanos.

No sé por qué los “hombres de prensa” perdemos tanto la perspectiva sobre quiénes somos, qué hacemos y cuán gravitante es lo que nos ocurre. ¿No podemos acaso, como el resto de los mortales, agarrarnos a patadas en privado? ¿Citarnos en el parque más cercano y resolver nuestras diferencias como el común de los mortales? Está claro que no. Nos encanta, como a las vedettes de Magaly, jalarnos de las mechas frente a cámaras y a gritos.

El reciente altercado entre Beto Ortiz y Jaime Bayly no es, por supuesto, el primero de este tipo, ni será el último. Lo que sí ha hecho de este desagradable choque un tema preocupante y de análisis es la rapidez, por segunda vez consecutiva, con la que Ortiz pierde su trabajo. Hay quienes sostienen que él se las buscó, que hizo mal periodismo, que se merece lo que le ha pasado. Puede ser. Pero mal periodismo vemos todos los días en radio, televisión y prensa escrita y ese no parece haber sido nunca suficiente argumento para que a uno lo boten tan rápido a la calle. Además, si ese hubiera sido el caso, a Beto lo hubieran largado ni bien apareció el reportaje de la discordia, y como todos sabemos eso no ocurrió así: a Ortiz lo mandaron a su casa cuando Bayly decidió dirigir sus balas no al periodista, sino a los dueños del canal, es decir, a los Schütz.

Desenvainando la misma espada que ya le había dado triunfos en el pasado, Jaime Bayly apeló a los capítulos más vergonzosos de la historia mediática de nuestro país y recordó que quienes manejan algunos medios todavía tienen mucho que explicar y que se les han quedado demasiados muertos debajo de la alfombra. A Ernesto Schütz Landázuri le sacó a pasear sus juntas con Montesinos, sus deudas con la Sunat, sus relaciones con el poder, su condición de prófugo, y por supuesto puso a todos nerviosísimos en la esquina de la televisión y se tomaron decisiones drásticas.

A mí, la verdad, el pleito entre Beto y Bayly me tiene sin cuidado. No voy a invertir dos minutos en analizar quién tiene la razón y quién debió picarse o no. Lo que me parece sumamente preocupante es que en un país donde supuestamente se respeta la libertad de expresión, el trabajo de tanto periodista dependa de jefes chantajeables, asustadizos, dispuestos a poner cualquier mordaza con tal de que no se haga ningún ejercicio de memoria. Con tal de que no se desempolve un videíto. Con tal de que nadie haga olas para que no salgan a flote los muertitos. De terror.

Publicado el 27/8/2010 en Perú 21