CARTA ABIERTA AL MACHISMO
Antes que nada debo dejar establecido que el autor de este blog no es un machista (al menos no lo soy todos los días), por eso celebro la magnífica llamada de atención de Patricia del Río a esos donjuanes atorrantes que llevan su "galantería" al extremo de arrojar a una chica desde una combi en movimiento. Pero no solo en nuestro país ocurren estos excesos "varoniles": hace pocos días, la bloguera Yoani Sánchez fue maltratada en su país por "machitos" revolucionarios. Marco Sifuentes escribe sobre ello en su columna dominical en Perú 21.
De estos dos buenos artículos, he preferido reproducir el de Patricia del Río porque siempre será más agradable ilustrar un post con la foto de una bella periodista que con una aburrida foto de Ocram. Insisto, no soy machista.
Bien que te gusta
Por Patricia del Río
María Paola Vargas no solo fue lanzada de una combi. Ese fatídico sábado en el que se encontró atrapada en una custer con una turba de barristas enloquecidos, a ella le ocurrió algo que las mujeres peruanas tenemos que soportar casi todos los días: experimentó el terror de que esos chicos que gritaban a su alrededor no solo le arrebatarían su iPod o su billetera, sino que el robo vendría con agarrada de tetas y culo, con insultos y mañoserías, y si la cosa se ponía fea, con violación o, como fue en su caso, con aventón.
He hecho una rápida consulta entre amigas y conocidas, y todas coinciden en que casi cualquier acto criminal contra una mujer suele derivar en un episodio de agresión sexual. A nosotras nos roban y nos manosean, nos secuestran y nos violan, nos insultan y nos meten la mano. A veces, el toqueteo o las vulgaridades vienen solas, y nos los lanzan como 'piropos’ que, se supone, tendríamos que agradecer. A mí, por ejemplo, me han metido la mano varias veces. Entre las que recuerdo con más rabia está un imbécil que me tocó el poto desde su auto mientras yo montaba bicicleta. Por supuesto que casi me mato cuando caí de cara en la pista. Otra vez me manosearon mientras caminaba por Barranco. Mi agresor resultó ser un niño de ocho años que vendía dulces.
Y no importa si eres joven, vieja, alta, baja flaca o gorda. Tampoco parece relevante el grado de instrucción o edad del mañoso que te toca en gracia. A Pilar, un profesor de la universidad le dijo “flaca, una agarradita; si no, te jalo”. A Rocío, asesora del Congreso, un 'padre de la patria’ le agarró las tetas. A Patricia, mi amiga editora, le dijeron a los 11 años que tenía cuerpo de puta y, a mi prima Fabiola, un compañerito de clase le jaló la tira del recién estrenado sostén y la hizo llorar. A la dulce Doris, tres energúmenos se bajaron de una combi y se la chaparon a la fuerza. A la atlética Stephany le lanzaron “quisiera ser tu calzón para que me mates a pedos”, y a Mónica, que es timidísima, le encajaron el no menos grosero “qué lindo huerto para sembrar mi nabo”. Lo más indignante de esta situación es que los hombres creen que esas manifestaciones nos hacen felices. “Bien que te gusta, de qué te quejas” es el clásico estribillo que nos encajan después de que reclamamos por alguna grosería.
Curiosamente, si estas mismas perlas se las dicen o se las hacen a las madres o hermanas de los graciositos, ahí sí se cae el mundo y quieren matar al que osó ofender a sus chicas. Desde acá les pasamos un dato a los que están levantando la ceja porque este texto les parece una exageración. Pregúnteles a sus madres si caminan confiadas por las calles. Que les cuenten sus hermanas cuánto miedo les da tomar un taxi o subir a una combi repleta de hombres. Pregúnteles a sus hijas cómo se sintieron la última vez que se pusieron una minifalda y no pudieron avanzar una cuadra sin escuchar gritos y silbidos. Piensen, solo por un momento, el terror que sintió María Paola en los últimos minutos que estuvo con vida. Solo piensen.
Enlace:
Hasta la victoria, Yoani - Marco Sifuentes
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7 comentarios:
pati pati, solo al escucharte hablar por radio capital me apuñalo automaticamente.
Pero de verdad la chica fue arrojada de la coaster???. Porque de lo dicho en los últimos dias parece que la chica se cayó del vehículo al intentar escapar de esos delincuentes.
Todos condenamos la violencia de estas pandillas (yo no le llamo barras), pero también hay que saber exactamente lo que ocurrió.
Muy aparte de saber qué pasó en el asunto de Paola Vargas, el artículo de Patricia del Río pone el dedo en la llaga en un tema del que normalmente no se habla (porque no es agradable para las mujeres recordarlo).
Es una "violación" cotidiana (con la mirada, con las palabras, a veces con las manos) que sufrimos las mujeres en Lima desde que somos niñas. Todas podríamos contar historias así: es un asco e impontencia que los hombres no conocen ni pueden sentir igual.
Y, definitivamente, es una sociedad horriblemente machista. Basta leer algunos comentarios en periódicos y posts.
Aplaudo mucho su gesto, Heduardo, de difundir ese artículo.
Pucha, que mala suerte de las amigas de Patricia. Pero..tan grosero se puede ser?
jajajaja, presente patricia a tus amigas peee
por otro lado, ya cansa lo de occran sifuentes al pretender conocer a yoani en un viajecito en españa pagado por un premio al periodismo, con la excusa de la cuba libre o libertad. eso se llama, aqui o en la china comunista, arribismo.
premio consuelo: los atorrantes están condenados a la estupidez y a arrastrar y a cargar sus taras de aquí para allá, las que eventualmente le salen por la culata. el profesor pendejo es despedido, el presidente con trampa pasa vergüenzas cuando el periodista (hildebrant) lo ampaya con hijo nuevo, el violador cae preso (y los violadores que van a la cana reciben justicia poética cualquier cantidad, tarde mañana y noche). No siempre y no necesariamente, pero eventualmente al atorrante le toca verla difícil, y cuando el atorrante pierde, pierde mal.
Tenía que ser una mujer, Buen texto Patricia!
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