El tenor Juan Diego Flórez, el chef Gastón Acurio y los fiscales José Peláez y Avelino Guillén, fueron incluidos por el diario
El País de España entre los 100 personajes del año.
A los bloggers patrioteros, este tipo de noticias nos levantan
el ánimo.
LA VOZ MAS BELLA
JUAN DIEGO FLÓREZ
Tenor peruano, es la estrella de la ópera más codiciada junto a Cecilia Bartoli, con quien acaba de grabar ‘La Sonámbula’, de Bellini
Por Jesús Ruiz Mantilla (Periodista de EL PAÍS)
La técnica se aprende en la ópera; el repertorio se memoriza. Pero el color de la voz, la belleza de la voz, ay, con eso se nace. Eso se debe al capricho de los genes, al humor de los mismos dioses, y Juan Diego Flórez, el tenor peruano de 35 años, está visto que cuenta entre sus preferencias. La suya es la voz más bella de la ópera. Y esa dote natural en un mundo de oídos finos marca la diferencia. Nació con un don. Ahora, consciente de su suerte, lo pule obsesivamente. Es muy responsable con el repertorio que afronta. Se ciñe al belcantismo, sobre todo al más puro, el de Rossini, sin olvidarse de Bellini y Donizetti. Poco más. No quiere dar pasos en falso, pero con el tiempo puede que crezca algo en otros campos que por el momento le producen gran inseguridad. Hasta ahora le ha ido bien con ese cuidado... Después de que le exigieran repetir algunas arias en varios teatros –la Scala entre ellos, donde le aclamaron su interpretación de À mes amis, de La fille du régiment– ya se ha ganado el respeto absoluto como rey de la ópera y un hueco entre sus leyendas. Pero Juan Diego Flórez representa algo más. Aparte de ser el bastión de una época dorada en el canto latino, encarna como pocos un divismo moderno. Es un hombre de su tiempo: curioso y con gustos eclécticos. Demuestra un nivel de autoexigencia nada común en ningún ámbito. Más en una carrera que exige sacrificios a todos los niveles. Físicos, intelectuales, personales, de imagen. Todo eso lo va dominando Flórez con una tranquilidad y una elegancia asombrosas. Una prueba inequívoca de su estirpe. La de los grandes.
LOS DEDOS QUE ACUSAN A FUJIMORI
JOSÉ PELÁEZ Y AVELINO GUILLÉNFiscales encargados de la acusación a Alberto Fujimori, que fue presidente de Perú entre 1990 y 2000
Por Jaime Cordero (Colaborador de EL PAÍS)
Su despacho, una amplia oficina en la avenida de Abancay, está lleno de papeles. Uno se pregunta quién se dedicará a leer estas páginas que son parte de uno de los juicios más trascendentes en la historia de Perú. Sólo pensar en el trabajo de elaborar ese expediente –más de 60.000 páginas, y sigue creciendo– lleva a reconocer ya el trabajo del fiscal supremo José Peláez Bardales, el adjunto Avelino Guillén y su equipo. El premio seguramente llegará si alcanzan el objetivo: que un ex jefe de Estado sea condenado por delitos contra los derechos humanos por un tribunal de su propio país. Ellos creen estar cerca. Desde diciembre de 2007, Peláez y Guillén se turnan en el papel de llevar los cargos contra Alberto Fujimori, acusado de ser responsable intelectual de las políticas de guerra clandestina contra el terrorismo que derivaron en las matanzas de Barrios Altos y la universidad La Cantuta, en 1991.
Sus caracteres son opuestos: Peláez se autodefine como la calma y la paciencia; Guillén, ocho años más joven, es pura vehemencia en los interrogatorios. Pero ellos intentan ser complementarios. “Nos reunimos cada dos días y allí definimos quién asiste a las audiencias”, dice el fiscal supremo. En casi un año de proceso han pasado más de un centenar de testigos y creen haber demostrado ya la culpabilidad de Fujimori, para quien piden 30 años de prisión.
EL MEJOR SABOR DE PERÚ
GASTÓN ACURIOHa puesto el arte culinario peruano en la agenda mundial y tiene programas de ayuda para jóvenes y campesinos de su país
Por Santiago Roncagliolo (Escritor)
Los peruanos añoramos con el paladar. Cuando nos encontramos en el extranjero, hablamos de cebiches, tacu-tacus y parihuelas. Es normal. Llevamos 26 años sin clasificarnos para un mundial de fútbol y la política suele deprimirnos. Por eso, donde Argentina tiene a Maradona y Brasil a Lula, nosotros tenemos a Acurio.
Más que un chef, Acurio es un Estado paralelo: posee cinco cadenas de restaurantes con sucursales en más de diez países. Conduce un programa de televisión sobre los secretos culinarios de los mercados populares y dirige una escuela de gastronomía para jóvenes sin recursos. Está por abrir un hotel de lujo que compartirá los beneficios con la comunidad campesina de su zona. Su filosofía es que “la cocina es una de las armas del Perú para derrotar las desigualdades que lo ahogan históricamente”. Nada menos.
La historia le da la razón. La cocina peruana es el lado positivo de todas nuestras catástrofes nacionales. La explotación colonial llevó a Lima a los mejores chefs del Virreinato, y ellos tuvieron que exprimir su creatividad por falta de carne. Por si fuera poco, la esclavitud generó una diversidad gastronómica sin parangón. Los manjares de Acurio están horneados con siglos de turbulencias sociales.
Fue a Madrid a cursar Derecho y aprendió cocina a escondidas. En esa ciudad conviven hoy más de 60.000 peruanos, y un puñado de ellos trabaja en su restaurante Astrid & Gastón. Si usted quiere saber cómo se integran las culturas o de qué se trata el mestizaje, pruebe el lechoncito confitado con pastelitos de rocoto y ají amarillo. Es todo lo que necesita saber.