¿NO A KEIKO? ¿SÍ A MARIO?

Una colega de Perú 21 me cuenta que los días en que el Nobel ha sido portada ha caído la venta y lectoría de los diarios y que igual ha ocurrido con el rating de los programas de televisión que dedicaron bloques a Vargas Llosa. No me sorprende, estoy seguro que a muchos peruanos solo les interesa ver a Vargas Llosa dando la vuelta olímpica con la camiseta del Perú y para nada su discurso político o sus "sermones" éticos. "Mario, tú solo sirves para escribir", la política déjasela a aquellos que saben de política, como Keiko Fujimori. Felizmente Patricia del Río no piensa así:














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Hijita de papá

Por Patricia del Río

Si algo ha caracterizado desde siempre
a Mario Vargas Llosa es que dice lo que piensa. No le importa si sus palabras hieren susceptibilidades, chocan con gobiernos de turno o son altamente impopulares. La convicción de sus ideas y la vehemencia con las que las defiende son el rasgo distintivo de sus declaraciones. Por eso, no entiendo por qué se ha armado tanto revuelo por sus opiniones sobre la candidatura de Keiko Fujimori. El escritor ha dicho que si la hija del dictador que está condenado a la cárcel por criminal y por ladrón tiene la posibilidad de ser presidenta del Perú, él hará todo lo que la democracia le permite para impedirlo. ¿Esperábamos otra cosa de quien denunció los abusos del gobierno de Fujimori cuando la mayoría aplaudía sus medidas antidemocráticas? ¿Se iba a quedar callado quien prácticamente se peleó con su país por denunciar lo que otros toleraban con complicidad?

Por supuesto que no. Lo que demuestra el desconcierto y el horror que estas palabras han causado en muchos peruanos, incluidos candidatos rivales de Keiko Fujimori, es lo poco asimilado que tenemos lo que significaron esos diez años en los que se gobernó bajo el signo de la corrupción y la falta de democracia. No nos hemos percatado de lo nefasto que resultó para el país que el Congreso se volviera un ente prescindible que puede ser disuelto para que no estorbe, o lo grave que fue que se desmantelara el Poder Judicial o se destruyera el Tribunal Constitucional. Pareciera que nos hemos olvidado que el gobierno de Alberto Fujimori se caracterizó por un desprecio absoluto de las instituciones sobre las que se funda la democracia.

Es verdad que durante su administración se aplicaron un número importante de reformas (entre ellas el cambio de la Constitución) que permitieron sentar las bases para el desarrollo económico del que hoy gozamos, pero no podemos dejar de lado un hecho fundamental: todas esas mejoras se hicieron sin tener que rendirle cuentas a nadie, evadiendo mecanismos de control, sin pelear con Contraloría, ni enfrentar jueces y fiscales. Se hizo obra, sí, pero se robó duro también.

Obviamente, la pregunta del millón es ¿cuánto de esto hereda Keiko Fujimori?, ¿será capaz la hija de respetar las reglas que despreció el padre? ¿Está dispuesto el fujimorismo a gobernar con equilibrio de poderes? Si analizamos hasta ahora las declaraciones de la candidata Fujimori, la respuesta se pinta sola: Keiko hace mea culpa de los escándalos de corrupción del gobierno de papá, pero jamás la hemos escuchado renegar del cierre del Congreso, ni de la intervención del Poder Judicial. Se queja de la manipulación de medios de comunicación, pero le echa la culpa de todo a Vladimiro Montesinos. En resumen: considera que el padre cometió algunos errores, pero lo emula y quiere continuar su obra.

Publicado el 17/12/2010 en Perú 21