QUE RENUNCIE RAÚL VARGAS

Patricia del Río, la única razón para ver Ampliación de Noticias en la tele, le dedica su columna en Perú 21 a los irrenunciables.


















Los irrenunciables
Por Patricia del Río

“¿Y si la embarro y no cumplo con mi chamba, seré capaz de disculparme públicamente y dejar el cargo?”.
La verdad que, cual comercial de Telefónica, esta es una frase que les deberíamos hacer recitar a todos los ministros durante su juramentación.

Lo de Aurelio Pastor ha sido vergonzoso, pero no hace más
que corroborar uno de los males más característicos de nuestra clase política: la absoluta conchudez para hacerse los locos cuando las cosas les salen mal y no asumir públicamente sus errores. Y ojo, que con esto los ciudadanos no solo estamos reclamando buenas maneras: el hecho de que una autoridad sea capaz de decir “lo siento, no hice bien mi trabajo, traicioné la confianza que el país depositó en mí” es, para empezar, el reconocimiento expreso de que ministros, presidentes, alcaldes y congresistas están obligados a dar explicaciones a la población sobre cómo desem-peñan sus funciones. Pero además, en un país donde la sanción es algo que les ocurre a unos pobres diablos que no tienen plata para sacarle la vuelta a la ley, es un hecho aleccionador que permitiría cambiar la tiranía de la impunidad bajo la cual vivimos.

Pero eso no ocurre. Coincido absolutamente con Augusto Álvarez Rodrich en que hay que saber llegar al gabinete, pero me atrevería a decir que a ese problema hay que sumarle el de cómo irse. Y este es un mal que no solo le atañe a los apristas, o a los ministros de este gobierno. Estamos en el país de los irrenunciables, donde la culpa de todo siempre la tiene el otro.

Recapitulemos: ¿alguien ha escuchado a la ex ministra del Interior Mercedes Cabanillas ofrecer disculpas por los 36 muertos de Bagua? ¿Y qué me dicen de la otra Meche, la Aráoz, cuya intransigencia con respecto a los decretos legislativos del TLC desen-cadenó la violencia en la curva del diablo? Nos quedamos esperando un mea culpa que nunca llegó, y en su lugar la premiaron con la cartera de Economía. Hay más: cómo olvidar al ex ministro Remigio Hernani que jamás asumió su responsabilidad por la muerte de los dos policías en el bosque de Pómac, o a su reemplazo, el general Octavio Salazar, que sigue tan campante en el cargo, después de haberle dicho a todos los peruanos que los pishtacos existen. Tal vez las palmas de este cinismo ministerial se las lleva Francis Allison, que una vez descubiertos sus ocultos vínculos con la chuponeadora Bussines Track se despidió con un emotivo “esto es solo un hasta luego”. Y es que como Jorge del Castillo que ya logró convencer a todos de que él tomaba inocentes lonchecitos en las suites del Country, el drama de esta cultura del “yo no fui, fue teté”, es que siempre podremos ver a estos sujetos volver a los cargos que ejercieron mediocremente.

En cualquier trabajo, común y corriente, si uno mete la pata lo mandan a su casa y su caso es puesto como ejemplo para que los demás no cometan la misma falta. Pero si el implicado trabaja para el Estado y su sueldo lo pagamos todos los peruanos, se irá contento sin dar una sola explicación y con una carta del Presidente agradeciéndole por los servicios prestados a la Nación.

Publicado el 19/3/2010 en Perú 21