LO SIENTO, EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ

Blogger Eduardo Villanueva. Y En sus ratos libres, Profesor de Comunicaciones de la Universidad Católica y experto en nuevas tecnologías de medios y comunicación digital.















¿Cuál de los dos Eduardos Villanuevas es el auténtico y cuál es una copia? pregunta tonta porque los dos son igualitos, asi que no te gastes buscando las diferencias. ¿Le debo algo a Eduardo Villanueva por usar su foto? pues no, porque esta no es su foto sino una copia de una copia de su foto. ¿El diario La República, que hizo la entrevista, puede reclamar por reproducirla aquí? claro que si, pero sólo Armando Massé le hará caso.

Así están las cosas, señoras y señores. Es el futuro que llega sin pedir permiso, y sobre ese tipo de cosas trata esta buena entrevista de Giovani Hinojosa:

“La diferencia entre el original y la copia ha desaparecido”

Entrevista/Eduardo Villanueva. El mayor experto en nuevas tecnologías en el Perú sienta posición en el debate surgido en torno a la vigencia de los derechos de autor en internet. Villanueva también analiza las nuevas formas de consumo de los contenidos culturales y aconseja que los artistas se apoderen de sus obras y sustenten su nuevo modelo de negocio en las presentaciones en vivo. Aquí los argumentos de un libertario de la era digital.

Entrevista: GHiovani Hinojosa

En la blogósfera peruana se te alude como el ideólogo detrás de movimientos virtuales como “No soy delincuente”, que propone cambiar la legislación tradicional de los derechos de autor y erradicar la criminalización de los internautas que descargan contenidos gratuitamente, ¿qué piensas de esto?

Es un despropósito llamarme ‘ideólogo’, lo que pasa es que hay un grupo de personas interesadas en el tema de la propiedad intelectual –ex alumnos míos y ex compañeros de trabajo– que conocen mis preocupaciones y que me acompañaron en un debate sobre este asunto realizado el mes pasado en la plataforma Google Wave. Participaron, por ejemplo, Marco Sifuentes, Roberto Bustamante y Jacqueline Fowks. Esta semana lanzaremos el blog “Derechos digitales en el Perú”, que será el punto de partida para promover una discusión sobre el conflicto evidente que hay entre el interés privado y el público en relación con los contenidos culturales.

¿Cuáles son “las fuerzas” que están opuestas?

El interés privado está expresado por creadores intelectuales, que piden una remuneración por su trabajo, y por la industria de los contenidos, que es muy importante en economías como la norteamericana. Por su lado, el interés público vela por la posibilidad de que los individuos accedan a los contenidos de manera flexible, sea para el consumo, la producción o el “prosumismo” (producción y consumo). No hay que asumir que el interés privado es lo único que importa, ni tampoco que el interés público pasa por ‘bajarse’ lo que uno quiera por internet. Pero debemos aceptar que la realidad tecnológica ha cambiado las posibilidades de consumo y producción de la cultura. Hoy, por ejemplo, el concepto de control de la escasez –en que se basaba la industria– ya no existe.

¿Qué entiendes por ‘control de la escasez’?

Antes, si uno quería ver una película, debía ir al cine y, eventualmente, esperar a que la transmitieran por televisión; había una escasez de posibilidades manejada por la industria. En los 80, cuando apareció el VHS, surgió la posibilidad de copiar filmes de una cinta a otra. Desde fines de los 90, cuando empezaron a salir en el mercado otras opciones, los consumidores fueron ganando un gran poder de elección: hoy podemos esperar que una película sea estrenada en el cine o bien descargarla legalmente en la red –aunque no en el Perú–. Y, si la tenemos en formato DVD, la podemos trasladar a nuestro iPhone para verla donde queramos. Esto sin contar las opciones que se crean a partir de la piratería. Hace unos años, los conglomerados culturales controlaban la producción, la distribución y la comercialización de la obras; en la actualidad, solo controlan la producción y la distribución de primera copia o versión, ya que luego deben lidiar con Apple, Google, Microsoft y otras empresas para echar a andar esta enorme variedad de plataformas.

¿Un derecho, como el de la propiedad intelectual, deja de existir solamente porque la tecnología hace imposible su cumplimiento?

No, el derecho sigue existiendo. Para empezar, la propiedad intelectual tiene varios aspectos: los derechos de autor (creaciones artísticas e intelectuales), las patentes (invenciones) y las marcas registradas (signos distintivos). Los derechos de autor muestran, a su vez, dos niveles: el moral (reconocimiento de la autoría o de la ejecución) y el patrimonial (pago de rentas). Esta entrevista, por ejemplo, me genera un derecho de autor moral (atribuirme estas frases), pero no patrimonial. Ahora, la tecnología hace mucho más difícil el cumplimiento de la legislación tradicional, que está planteada bajo la idea del control de la escasez y el cobro por copia (hoy copiar no cuesta nada). Los empresarios culturales deben comprender que, si salen perjudicados, es porque, como en cualquier economía capitalista, algunos negocios con el tiempo pierden importancia. Ellos deben “agiornarse”, adecuarse a la realidad actual. Si no, desaparecerán.

Entonces, algunos bloggers exageran al pretender desconocer la propiedad intelectual en internet. Una pregunta que sus opositores les suelen formular es ¿si se desarrolla una aplicación que permite invadir una computadora para obtener datos personales, una suerte de ‘troyano’ legal, esta tecnología haría obsoleto el derecho a la privacidad de los internautas? ¿Qué piensas sobre esto?

El derecho a la privacidad no está necesariamente regulado para considerar este tipo de situaciones. Se supone que todos tenemos derecho a la intimidad, a que nadie nos mire las computadoras; pero esas aplicaciones lamentablemente existen. Entiendo que en países como Estados Unidos no se puede utilizar esta tecnología sin la autorización previa de un juez.

¿Qué estrategias propones para hacer respetar los derechos de autor en este nuevo escenario tecnológico?

Primero, hay que abrir más el mercado, es decir, crear más opciones comerciales y ofrecer precios de acceso viables. Si hoy yo quiero poner contenido legal en mi iPhone, no puedo, ya que sencillamente no hay en el país ningún operador que me lo ofrezca. Tampoco puedo ‘bajarme’ películas a través de la aplicación iTunes. Allí hay un vacío empresarial. Segundo, se debe facilitar que los mismos creadores intelectuales vendan su música, por ejemplo, ya que los intermediarios –empresas distribuidoras de contenidos– encarecen los costos de producción. Tercero, hay que despenalizar la utilización de contenidos que se ‘bajan’ por internet cuando antes ya se ha pagado por los mismos en otros formatos (esto debería ser responsabilidad del futuro Ministerio de la Cultura). Lawrence Lessig –gurú de la ‘cultura libre’ online– cuenta que en los 80 compró long plays de un artista X, en los 90 adquirió CDs con la misma música (en ambos casos pagó las licencias originales), y que ahora que desea descargar estas canciones por internet tiene que pagar los derechos por tercera vez. ¿Acaso esto no es absurdo?

Nuevo modelo de negocio

El costo cero de las copias en la música parece estar consolidando la cultura de la gratuidad en el mundo virtual.

Vivimos en un ambiente de desmaterialización de las copias, es decir, ellas no existen sino como archivos en una computadora, fuera de su soporte físico original. En realidad –quizás esto sea lo más crítico– las copias ya no existen como tales: la diferencia entre el original y la copia ha desaparecido en los nuevos usuarios digitales. Antes, la valorización de un original estaba amarrada a su soporte físico, tú decías orgulloso ‘yo tengo un LP’. Hoy tenemos a un público consumidor de archivos sueltos. En la sociedad de la información, los jóvenes no atesoran un CD tanto como la posibilidad de consumirlo en cualquier soporte, por ejemplo, en la computadora y en el iPod.

¿Cómo están reaccionando los artistas frente a esta nueva forma de consumo?

En la actualidad, muchos músicos peruanos con distintos niveles de popularidad se ‘autopiratean’, es decir, se publican a sí mismos en términos piratas; ya no se molestan en hacerlo legalmente. Hace algunos años me topé con el Osito Barny, un músico de huaino contemporáneo, que publica CDs impecablemente producidos y VCDs con videoclips, y jamás los ha comercializado conforme a ley: sus copias se venden a 5 soles, como si fueran piratas.

¿Y dónde reside su rentabilidad?

En los conciertos, como ocurre en la industria musical en general hoy, desde los artistas más grandes hasta los más pequeños. El rol de las presentaciones en vivo ha cambiado completamente: antes estas eran una forma de promover las ventas de los discos, hoy son ellas mismas el negocio; ahora los discos sirven para difundir los conciertos. En el Perú, esto está clarísimo: La Sarita, Bareto y el Grupo 5 no ganan dinero con su música grabada, sino con los shows que realizan.

¿Qué características debería tener este nuevo modelo de negocio?

En la música, para empezar, debe reconocerse el derecho del usuario a hacer lo que le dé la gana con la obra comprada. Esto ya está pasando: Apple ha logrado que las industrias musicales le vendan música para que ellos la revendan a través de iTunes sin restricciones (el consumidor puede reproducir las canciones en su PC y ‘quemarlas’ en un CD, todo legalmente). Hay que hallar fórmulas similares. Por ejemplo, lograr que un grupo de rock promueva su música ofreciéndola junto con otros contenidos y servicios –como libros y entradas a conciertos– en promociones cruzadas. Internet permite depender menos de los sellos discográficos y poner el negocio en manos de pequeñas empresas dedicadas a servir a los productores; en este caso, a las bandas. Se anularía a los grandes intermediarios. El problema es que hoy la banda tiene que lidiar con el sello, el sello con Apple, y Apple con los usuarios. Antes era más simple: la banda trataba con el sello, y el sello con nosotros. Lo ideal sería que desaparezca la capa del sello.

Pero concretar esto parece algo complicado, considerando que las industrias musicales están muy interesadas en incrementar sus utilidades en internet.

Es cierto, de hecho algo que no suele estar considerado en algunos contratos musicales y que les produce mucho dinero a los sellos discográficos es vender tonos para celulares. Es un gran negocio, ya que se trata de sonidos de 30 segundos –ya producidos y pagados– que llegan a costar un dólar en algunos mercados. Los músicos que se liberen de los intermediarios tienen aquí una gran oportunidad comercial.

En el mundo, Radiohead fue el primer grupo en publicar un disco gratuitamente en la red. En el Perú, Turbopótamos inauguró esta tendencia de libre acceso al colgar su último álbum en una página web. ¿Estas bandas son ya parte del nuevo esquema de negocio?

Sí, el que se sustenta en los shows en vivo. En el país, esto coincide con un momento de expansión económica que lleva a la gente a consumir más música en vivo. Así, los conciertos son hoy la gran puerta a la rentabilidad para los promotores y para los músicos.

¿Y qué hay de otros ámbitos culturales?

En los libros, la venta de ejemplares sigue siendo importante. En el cine, la rentabilidad del negocio continúa dependiendo de la asistencia a las salas. Sin embargo, la piratería los ha afectado fuertemente.

Licencias libertarias

¿Qué son las licencias Creative Commons?

CC es un colectivo norteamericano que tiene versiones en distintos países y que ha creado licencias compatibles con la legislación de cada territorio para dar opciones a los creadores intelectuales que deseen poner su obra a disposición del consumidor final de forma libre. La idea es decir “yo no tengo problemas en que se ‘bajen’, copien y redistribuyan lo que yo he hecho, siempre y cuando me lo atribuyan y no cambien el contenido de la obra”.

En internet flota con fuerza la idea de exigir a todos los autores que se adhieran a Creative Commons.

No se puede: si los autores no quieren, no quieren. Así de simple.

¿Un músico o un escritor que no está dispuesto a obsequiar su trabajo en internet está impidiendo el libre acceso a la cultura?

No. A mí no me preocupa que una persona tome esa decisión, sino que se vea obligada a hacerlo presionado por la estructura comercial a la que pertenece. El problema es que un artista no pueda publicar su música con entera libertad; que si yo, por ejemplo, deseo que mis libros se distribuyan gratuitamente, me vea impedido por la industria con la que estoy comprometido. Es ideal que el creador intelectual decida los términos de su negocio como le dé la gana.

El debate ha estado muy matizado: tú, por ejemplo, has discrepado de Marco Sifuentes en el sentido de afirmar que en la red “no todos los casos son de producción cultural, sino algunos de reproducción y copiado descarado”.

Claro, la idea de que todos los consumidores son “prosumidores” es falsa. Buena parte de la gente entra a internet para ‘bajarse’ música de moda. Y no hay razón alguna por la que ellos no tengan que pagar por esto.

¿Bye, bye, prensa escrita?

¿Cómo ves el afán de los conglomerados mediáticos que, liderados por el magnate Rupert Murdoch, pretenden instaurar en internet una cultura de pago por los contenidos periodísticos?

Uno de los aspectos que a mí me impactan más de la actual crisis del periodismo escrito es que es altamente posible que triunfe el modelo de distribución libre en internet, y que los diarios, como empresas periodísticas, se deterioren al punto de que casi desaparezcan. En términos de negocios, a mí eso no me preocupa; pero, en términos sociales, me asusta muchísimo. Si en sociedades como la nuestra los diarios impresos desaparecen, se disiparía buena parte del escaso espacio público del que disponemos. Eso sería horrible. Si las empresas mediáticas peruanas no encuentran un negocio viable –el que sea, no se me ocurre cuál– o un modelo alternativo de rentabilidad, la gran víctima de este cambio será la esfera pública.

Publicado el 3/1/2010 en La República

2 comentarios:

Luis Enrique Alvizuri dijo...

Señor Heduardo:

1. Interesante la difusión de la entrevista al señor Villanueva, a quien leo en su blog.

2. Solo quisiera decir que no todos compartimos la misma visión sobre lo que es el arte en general, no solo la música. Vivimos en la era de la Sociedad de Mercado y es comprensible que las reglas de juego se ajusten a ella. Pero eso no significa que dicha sociedad sea la mejor para la producción artística.

3. La Sociedad de Mercado es fascinante para la elaboración de ciertos elementos, sobre todo tecnológicos, pero cada vez está más claro que, en materia de arte, de expresiones humanas, de cultura y experiencia espiritual, no es la más idónea sino más bien la más nefasta.

4. Yendo exclusivamente al campo musical (pero sin dejar de mencionar que en todas las artes pasa lo mismo salvo con la poesía, la única que ha escapado a la comercialización por ser imposible para ello) lo triste no son los derechos ni las ganancias que obtienen o dejan de ganar los artistas sino la pobreza que el circuito de producción y difusión generan.

5. Hoy, querámoslo o no, no se pueden dar artistas verdaderos sino solo grandes vendedores, grandes marketeros. ¿La razón? Su arte y creatividad no está en función al artista ni al arte sino al mercado.

6. Y como el mercado está conformado principalmente por la gran masa de clase media embrutecida (principalmente norteamericana) todo lo que se produce se hace pensando en ella (el 90% de los compradores de música son chicas adolescentes, según las estadísticas). Eso es ya la prostitución del arte: aquel que se hace para ganar dinero según la oferta y la demanda.

7. ¿Las consecuencias? Todo lo que hoy suena es chabacano, elemental, simplón, hecho a la medida, para hacer saltar y gritar, para ganar dinero, única razón de existir para los que se llaman a sí mismos "artistas". ¿Y quiénes pierden? La sociedad, el ser humano, la libertad, el espíritu, el valor en sí.

8. Prueba de lo que digo es que hoy la discusión no es por tal obra, por su profundidad, por su impacto en las ideas, por la elevación que produce ni nada por el estilo; la discusión es sobre cómo y cuánto ganar, y qué es lícito y qué no. ¿Con esos criterios esperan que algún día surja algún JS Bach, un hombre que componía principalmente para la gloria de Dios, según él mismo decía? Lo único que aparecerán serán vendedores de discos y comerciantes del sonido, pero ¿artistas, de los de verdad? por favor: de ninguna manera.

Muchas gracias.

Anónimo dijo...

Me parece que el título de gurú le queda grande al Sr. Villanueva.

Hay dos cosas fundamentales que no considera. La primera es que los derechos de autor no son creación de los autores sino de los editores o productores. Si por el autor fuera publicaría en simultáneo en todos los medios posibles, cobrando en todos ellos por supuesto. Es al productor a quien le interesa los derechos de autor para apropiarse temporalmente "en exclusiva" de sus beneficios.
En consecuencia los derechos de autor son creación en beneficio de los editores y productores y del mismo autor cuando actua como tales.
Dos, el gurú no considera la experiencia histórica que enseña que las nuevas tecnologías coexisten, conviven, con las tradicionales. En el camino hay muertos y heridos específicos pero en general las nuevas tecnologías
conviven con lo existente, cuando se mantienen por supuesto. ¿Alguien se acuerda de los casettes?¿Se sabe acaso que los Cds durarán en el mejor de los casos 30 años?