EL FRÍO DE SIEMPRE

Reproduzco íntegramente, incluida la foto, este post publicado en el excelente blog de Raúl Mendoza Cánepa. Nuevamente los medios de comunicación tradicionales vienen prestándole muy poca atención al drama que en este momento viven pequeños compatriotas nuestros. Como ocurrió el año anterior, no está demás intentar desde nuestros blogs un modesto aunque muy persistente llamado de atención a la sensibilidad de la prensa.

"La sierra no existe, los muertos de las serranía no existen, hemos vuelto a los 80", nos dice Raúl Mendoza Cánepa en la sección comentarios. No le demos la razón.
















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¿Y los niños con neumonía?
Por Raúl Mendoza Cánepa


Los friajes siempre son tema al margen y no le mueve un pelo a nadie. Nadie fuerza a la compasión, que es lo más libre y natural. Y nadie le exige nada, y menos como un imperativo kantiano, a quien maniobra en su 4×4, a quien se deleita en La Gloria o pilotea la política desde el Club Nacional. Nadie les requiere que se mojen desde el tuétano y sientan lo que Gregorio Canchis puedo sentir por su hijo enfermo, crítico, grave.

Cuando eso nos ocurre a nosotros, hasta morimos y deseamos que los niños cedan su lugar. Nada es peor en ese universo íntimo donde muere y culmina la vida. Pero ¿Y los demás qué sienten?

Para que la fórmula empática sobre la que teorizaba Adam Smith en la “Teoría de los Sentimientos Morales” tenga algún valor para Usted, imagine lo siguiente:

Le tocó otra suerte. Vive en las penumbras heladas entre cumbres y grietas. Siente lo que yo o lo que el afortunado que se toma un café en Larcomar. Pero Usted es un campesino aislado en una chacra solitaria. Son tiempos de vaivenes, de cosechas y sequías, de fríos que calan los huesos. Hoy los gélidos vientos golpean su casa en la serranía. Su sobrino y un par de hijos de su mejor amigo, hectáreas más allá, se murieron en el friaje anterior. No es Nueva York, donde una helada es resistida con un aparato sofisticado. En las alturas peruanas el mejor calentador es la sangre del perro que se echa a su lado, la techumbre precaria, el fuego.

Su hijo suda, los escalofríos lo matan, parece no tener fuerza para morirse. El agua caliente se enfría en las manos. No hay farmacias, ni seguros, ni termómetros ni médicos. Su hijo empeora y Usted se crispa, tiembla, se sacude. Pronto, la suya será una más dentro del cúmulo de historias de tantas y tantas familias que en el albor del siglo XXI, registran la muerte por heladas en el corazón marchito de su propia casa.

A Usted, cómodamente sentado en un sillón con vista al Golf, le duele, se conduele un poco. No tanto. Por último, hace un esfuerzo y se imagina en el trance del campesino desafortunado, revive la historia aunque con rostros más conocidos. Quien ha pasado necesidad y tiene una idea de ese trance y lo padece, puede sentir la verdadera sustancia de la compasión. Aún Usted, que tiene una reserva para el sábado en el Costa Verde y que apenas se ha subido al monte sólo para pedalear.

¿Y qué tal si todos los que tienen, al menos su cuota de humanidad, desde los bloggers, a los periodistas, desde los politicos, a los empresarios, todos, no nos juntamos en una nueva teletón caliente contra el frío? Una teletón caliente para combatir el frío desde Lima ¿Qué dicen los mineros? ¡Qué mejor calentador y medicina que esa?

Yo, por mi parte, con mis reales escasos, sí estoy dispuesto.

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