QUE MIEDITO

















PERIODISMO DE TERROR

Cecilia Valenzuela

Hace dos días, Rómulo León Alegría se entregó a la justicia y ahora ésta tendrá que buscar la manera de satisfacer las expectativas de la población: el mundo entero espera que León sea la Pinchi Pinchi de estos tiempos y que empiece a cantar y a señalar a los integrantes de la red de corrupción que los patriotas Rospigliosi y Ugaz denunciaron con sus petroaudios.

Sólo que apenas se supo que León se había entregado, Rospigliosi advirtió en RPP que esa entrega obedecía a una negociación y que él estaba seguro de que León no diría nada. De hecho, horas más tarde se supo que Rómulo León se declaró inocente ante el juez, lo que indicaría que no piensa señalar a nadie ni decir nada.

La pregunta inmediata entonces es por qué los patriotas denunciaron primero en la televisión y al día siguiente en la Fiscalía, dándole tiempo al corruptor (más de 12 horas) para fugar, borrar huellas y negociar su silencio. ¿Cómo es que a un ex ministro del Interior (dos veces) y a un ex procurador anticorrupción (dos años) se les escapó ese pequeño detalle?.

León ha tenido 38 días para ajustar las clavijas que tenía sueltas; él mismo ha confesado que nunca salió de Lima, aunque la Policía lo estuvo buscando en el interior. Demasiados días libre antes de presentarse ante el juez y anunciar ¡Aquí estoy!.

¿De qué sirvió publicar conversaciones chuponeadas sin pensar que se le estaba facilitando la fuga al corruptor que se pretendía denunciar? ¿Cómo hará ahora el juez para encontrar las pruebas que le permitan encarcelar a León los años que se merece?

La falta de rigor y el apasionamiento político que han rodeado esta denuncia periodística han cobrado un gabinete y el puesto de, por lo menos, dos periodistas destacados. Escribo estas líneas y me entero de que Augusto Álvarez Rodrich no será más el director de Perú.21; su salida se suma a la de Fernando Ampuero, antes de este escándalo jefe de la Unidad de Investigación de El Comercio.

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